jueves, 11 de junio de 2009

La calle es mía - pTRANSCIPAL

En el año 1994 se inicia su recuperación de un antiguo humedal, hasta ese año, se utilizaba como lugar de vertidos de residuos entre otras prácticas.

Desde el día 24 de octubre de 2002 figura en la lista Ramsar española.

Coordenadas 42° 51´ 0´´ N, 2° 39´ 0´´W.

Salburua (Vitoria-Gasteiz).



Con asustadizo miedo entre en el recinto, mi figura, en aquellos instantes, dibujaba la del sorprendido pueblerino que al verse envuelto entre tanto pitido y rascacielos, de manera hurtadora, se queda obnubilado de asombro.

No me encontré cómodo y nunca llegue a conseguir sentirme parte de ese circuito deportivo, donde cada uno, bajo distintas batutas, seguían metódicos planes de entreno. Aun recuerdo la sensación de estorbo que, seguramente, de manera injustificada percibía.

Fueron varios intentos, pero fue tan desastrosa la experiencia que a pesar de oír y recibir animados consejos de acudir a estas instalaciones para empaparme de este mundillo del atletismo, obteniendo con ello una mejor calidad de entrenos y mejoría deportiva.

La decisión fue firme: Seguir practicando los que de manera callejera había aprendido.

Hoy haciendo un repaso del aquel entonces, llego al convencimiento que de haber seguido aquella aventura los resultados hubieran sido algo mejores, pero, al haber llegado tarde en la edad, más que mi configuración no le añade especiales cualidades, no habría merecido la pena. Creo que acerté con el camino elegido.

Me siento dueño de la calle y tan solo porque creo pertenecer a esa exclusiva generación que puede presumir de decir “la calle es nuestra”. En la calle quedábamos, en la calle nos juntábamos, en la calle aprendimos, en la calle hicimos los mejores juegos tridimensionales, en la calle teníamos el campo de futbol, las pistas de tenis, las de baloncesto, las de atletismo,… la calle era nuestra.

No sé por qué. Desde pasar a correr alrededor de unas calles, nos retamos a dar la vuelta al pueblo, de ahí a ir por caminos y sin darme cuenta llegué a tener mis primeras adidas, que aún recuerdo sus suelas amortiguadoras con elitistas franjas rojas y cierto rubor por haber hecho tan excesivo desembolso.

Aquella forma de aprender el deporte en la calle, quizás, y visto desde los saberes psicopedagógicos de hoy, sería la consecuencia de aquel miedo escénico que fui incapaz de superar al verme dentro de una impresionantes pistas de atletismo, con sus ocho calles y 400 metros de cuerda.

Muchos años han pasado desde aquellos callejeros deportivos iniciales, pasando por la traumática situación en aquellas instalaciones para llegar al día de hoy.

Son muchos los viajes que me acompañan unas zapatillas, un pantalón corto y una camiseta. Aunque por diversas vicisitudes, han pasado algún tiempo escondidos o han estado desplazándose por si acaso. A día de hoy me agrada decir que ese "Kit deportivo" que me acompaña siempre que realizo un viaje, me han mostrado ciudades y lugares emblemáticos, me han hecho conocer la gente urbanita desde dentro; incluso he tenido la suerte de ver como algunas de esas ciudades se han ido transformando y a pesar de todo ello sentirme que algo de ese lugar forma parte de mí.

La Coruña, Vigo, Santander, Bilbao, San Sebastián, Vitoria, León, Burgos, Salamanca, Valencia, Alicante, Murcia, Cádiz, Almería, Granada, Sevilla, Córdoba,… quiero detenerme en A `Coruña por ser lugar que vas o no pasas, su Torre de Hércules, la brisa de su océano atlántico y el parque que lo envuelve, lugar donde el mar se huele por todos sus rincones. Bilbao con la ría de astilleros, el puente de Deusto y su reconversión que hoy hacen que en el sudor de la camiseta disfrutes de la figura cambiante del Guggenheim o el palacio congresos de Euskalduna. Salamanca y el lujo de cruzar al casco histórico para patear sus calles a la luz de los primerizos rayos solares. Córdoba, ciudad milenaria de conglomerado de culturas y religiones, que por fin he cumplido el ansiado deseo de cruzar el recién restaurado puente romano, surcando el rio Guadalquivir por cada una de sus márgenes.

Quiero finalizar este fugaz recorrido en Barcelona, lugar especial, en el que si tuve mis dudas por sufrir una casi agónica crisis económica, ello no dejo que me sumergiera en su peculiaridad lingüística (aunque fracasé). Fueron muchas de sus tarde las que con esforzado paso atravesaba Montjuic. Cuantas veces fueron los “versus pasos” por exteriores de su abandonado estadio. Fue casi a golpe de idas y venidas el descubrir un modernísimo estadio que nos ofreció unas históricas olimpiadas.

Curiosamente, el lugar donde con certero flechazo se encendió su pebetero, simbolizando la ubicación del epicentro donde cada país trata de mostrar una mejor y más avanzada sociedad en base al deporte, desde ese mismo epicentro se transformó y modernizó una ciudad ¡Allí!, en su lugar más privilegiado se encontraban unas impresionantes pistas de atletismo, que hoy abraza inexorablemente un campo de futbol.

Puedo presumir de ser de una generación que dijo “La calle es nuestra”, puedo presumir que la gente de aquella calle era maravillosa, de ellos mantendré siempre un gran recuerdo, y puedo presumir que allí estaban mis mejores amigos. Reconozco que fue una suerte. Aquella calle forma parte de lo que hoy soy, incluso “la culpabilizo” porque favoreció mi “psicotrauma-angustial no superado de circuito pistal atlético” (desde ahora pTRANSCIPAL). Gracias a este psicotrauma nacido de la calle, hoy por cada ciudad que paso no me siento un extraño.

El hecho de que sufra pTRANSCIPAL no es obstáculo, pese a mi aversión a las pistas de atletismo, que los jóvenes del ahora y las futuras generaciones deban de contar con las mejores zonas multidisciplinares deportivas y más si la oportunidad pasa por la avenida principal de tantas calles.